jueves, 23 de agosto de 2012

Que entendemos X masculinidad...

Se entiende por masculinidades a un conjunto de construcciones culturales a través de la historia, por las cuales se les asignan a los varones ciertos roles sociales propios de su género. Desde esta perspectiva se le asignan, también, otras características a las mujeres, las cuales quedan sometidas a la hegemonía del hombre. El problema más importante al respecto es el encubrimiento de estas relaciones de poder en las cuales se establecen relaciones de subordinación de los varones hacia las mujeres. La toma de conciencia de esta masculinidad hegemónica permite visibilizar la opresión que ejerce sobre otros géneros sexuales, además de habilitar la posibilidad de pensar y vivir una masculinidad libre y plural.
«El trabajo de análisis de la masculinidad llamada hegemónica,comienza en el descubrimiento de que en primer lugar si a las mujeres les asignan una serie de roles de forma más o menos homogénea y universal, también a los hombres, desde el mismo proceso de socialización sexista nos inculcan otros valores con los mismos o diferentes procesos en todos los rincones del planeta.»1
Dentro de los roles característicos que se les asigna a la masculinidad hegemónica se encuentran: virilidad, caballerosidad, superioridad, fortaleza, temple, competición, entre otros. Esto lleva a una división social del trabajo desigual donde el varón tiene un lugar en el mundo asociada a la fuerza de trabajo y la mujer al de la reproducción. Esto lleva a ocultar el lugar de la mujer como sujeto de reproducción de las fuerzas de trabajos y como tal, pieza clave en la reproducción de las desigualdades creadas a partir del dominio de los varones en el sistema capitalista.

Las paredes hablan
«Nuestra perspectiva sostenía que cuando las mujeres luchan por el salario para el trabajo doméstico, luchan también contra ese trabajo, en la medida en que el trabajo doméstico puede continuar como tal siempre y cuando no sea pagado. Es como la esclavitud. El pedido de salario doméstico desnaturaliza la esclavitud femenina. Entonces el salario no es el objetivo final, pero es un instrumento, una estrategia, para lograr un cambio en las relaciones de poder entre mujeres y capital. El objetivo de nuestra lucha era convertir una actividad esclavizante, explotadora, que estaba naturalizada por su carácter de no ser paga, en un trabajo socialmente reconocido; era subvertir una división sexual del trabajo basada en el poder del salario masculino para mandar sobre el trabajo reproductivo de las mujeres, lo que en Calibán y la Bruja llamo el patriarcado del salario.Al mismo tiempo proponíamos poder trascender toda la culpabilización que generaba que sea considerado siempre como una obligación femenina, como una vocación femenina.»2
Esta crítica a las relaciones de poder a permitido un empoderamiento por parte de las mujeres, donde tanto sus voces y sus derechos comienzan a ser reconocidas a partir de la organizaciones de mujeres que reclaman derechos negados históricamente y que se erige como otras miradas posibles sobre el mundo y las relaciones de producción, incluso a punto de hacer una crítica integral al sistema económico actual. Desde estas perspectivas feministas, las mujeres buscan construir otros mundos posibles a partir de la transformación de la realidad. La problematización de los roles sociales y la emergencia de nuevos valores entorno a las mujeres y la emergencia social de nuevas identidades sexuales, han puesto a los típicos estereotipos masculinos en crisis.

Violencia machista

Masculinidad hegemónica

La masculinidad hegemónica está asociada directamente con el patriarcado como lógica de relación y de comprensión del mundo, donde el varón es el género predominante en la condición humana. Esta postura antropológica es, desde hace varias décadas, cuestionada a partir de los estudios antipatriarcales, en particular los estudios feministas. Estos análisis son reflexiones, en el mayor de los casos, de prácticas políticas asociadas a organizaciones de mujeres en busca de la liberación de las mismas.
Los estudios de género con respecto a las mujeres lograron cuestionar la política sexista como prescripción de género, pero no con respecto a los varones, por lo cual éstos quedaron fijados en su rol de género. De esta manera se esquematiza el rol del ejercicio de la masculinidad y se la confunde con la representación social reduciéndose así las diferencias entre los varones y aumentándolas con respecto a las mujeres.3
Las consecuencias de este marcado estereotipo social se puede encontrar en los servicios de terapia intensiva de los hospitales, en la población carcelaria, donde la gran mayoría de los reclusos son varones, en las estadísticas de accidentes, en los hechos delictivos que leemos en los diarios pues los varones tendrían una mayor propensión a cometer delitos, etc.
Ser varón es un factor de riesgo tanto para las estadísticas de suicidio como para las estadísticas de accidentes de tránsito.4
Esto no se debe a que la violencia o la agresividad sean algo inherente al ser varón sino a que los varones son más reticentes a consultar cuando se sienten mal y por eso suelen terminar internados cuando la situación ya es grave, a que los varones tienden más que las mujeres a exponerse a situaciones de riesgo porque eso es lo que se espera de ellos y porque son empujados socialmente a la pelea, la disputa, la demostración de fuerza física y el despliegue muscular.3
Desde su nacimiento se los viste de celeste, se les enseña a no quejarse, a no mostrarse vulnerables porque eso significa debilidad, a no demostrar sus sentimientos en especial la ternura, a no pedir ayuda, a ser siempre activos y no mostrar su desconocimiento, a confundir acción y agresión con virilidad, a confundir el poder, la productividad, la conquista, la hiperactividad y la penetración con masculinidad, a luchar hasta no dar más, a rendir en los deportes a expensas de la propia salud, se les indica que no deben llorar, que deben competir y ganar siempre en las peleas, sobresalir en los deportes de riesgo, exponerse a peligros sin sentir temores.3
Desde muy pequeños a los varones se les retacea la ternura que se les brinda a las niñas condenándolos a la independencia, la madre les niega los besos y abrazos que prodiga a sus hermanas, no se los halaga por sus esfuerzos de seducción sino que se les enseña a no ser coquetos, no se los protege contra la angustia de la soledad porque «los hombres no tienen miedo», a través de frustraciones experimentan desde muy temprano el desamparo, su destete es más brutal que el de las niñas, se le dice «un hombre no pide besos», «un hombre no se mira en el espejo», «un hombre no llora». Se les inculca desde muy temprano el orgullo por la trascendencia de su sexo como compensación por todas las frustraciones padecidas.5
Para la sociedad la eficiencia del varón se identifica exclusivamente con el rendimiento productivo, laboral, económico, profesional o bélico, sin tener en cuenta sus reales necesidades tanto emocionales como físicas, sus sentimientos, su salud física o mental o su deseo sexual. Los varones son compelidos a tener una vida sexual frecuente y a estar siempre disponibles, como si más fuera sinónimo de mejor, con lo que la sexualidad masculina se convertiría más en un mandato social que en un placer singular.3
Pero como estos «valores masculinos» son socialmente más valorizados que los «valores femeninos», muchas veces los varones tienden a confundir más fácilmente identidad personal con identidad de género que las mujeres, o sea, lo que se espera de ellos según el estereotipo social, con lo que realmente son.3

Nuevas masculinidades

La búsqueda de nuevas masculinidades está asociada a la posibilidad de pensar un acompañamiento o una cooperación a los procesos de liberación de las mujeres. Estas nuevas masculinidades han establecido una brecha entre aquellos roles estereotipados históricamente y la posibilidad de establecer relaciones igualitarias entre varones, mujeres y otras identidades sexuales.
«Ciertos estudios confirman la existencia, en diferentes sociedades e incluso en una misma sociedad, de múltiples masculinidades. Ahora bien, algunos investigadores sociales encontraron, como un factor común en la mayoría de los grupos sociales por ellos estudiados, una misma tendencia a exaltar un modelo de masculinidad por encima de otros existentes, el cual se busca imponer de forma hegemónica a todos los varones pertenecientes al grupo. También establecieron que en la constitución de tales modelos hegemónicos intervienen factores de diferentes órdenes: políticos, económicos, sociales y culturales.»6
Desde hace algunas décadas, varones preocupados por la imposición de relaciones de dominación sobre las mujeres a partir del patriarcado, se han comenzado a organizar para acompañar a las mujeres en sus luchas. Dichos colectivos de «Varones Antipatriarcales» hacen aportes a las críticas al capitalismo a partir de matrices de pensamiento alternativas, muchas veces ligadas a las prácticas feministas.

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